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EL BALANCÍN DE IVAN

El corto narra la historia de Ana, una mujer joven que regresa a la casa donde pasó su infancia durante la dictadura argentina de 1977. A lo largo de toda la trama, aparece reflejado el miedo ante la situación que están viviendo los personajes: la familia se esconde de la policía y los militares en el interior de la casa.

El decorado, el vestuario y los complementos caracterizan una época y un lugar reconocible, otorgando así verosimilitud al relato.

Su estructura está dividida en tres partes: presentación, planteamiento del conflicto, y clausura o desenlace. La primera de ellas, presenta a la niña, ya convertida en adulta que acude a la que fuera la casa de su infancia. La segunda, en la que se produce el desarrollo de la trama (relación entre los miembros de la familia, miedo ante la incertidumbre de la situación política del país, etc.), y una tercera parte, en la que el espectador regresa de nuevo a la primera parte, y en la que se reencuentran los dos hermanos frente a la casa.

La música extradiegética comienza en los primeros segundos del corto, con los títulos de crédito iniciales, incluso antes de que el personaje aparezca en escena. Lo siguiente que vemos, y oímos, son los pasos de unas botas sobre el asfalto, incluyendo así el sonido diegético, ya que forma parte de la propia narración de la historia. Esta imagen ya nos habla de que el personaje es femenino, y por la agilidad del movimiento, es una mujer joven.


La función de la música extradiegética es implicar emocionalmente al espectador, es decir, crear una atmósfera envolvente que despierte en él sentimientos, que perciba y sienta lo mismo que el personaje, intensificar el conflicto dramático que aún se desconoce, pero comienza a intuirse a medida que ella se acerca a la casa. También creo que facilita la continuidad de planos, y construye con ello una secuencia que encierra un significado en sí misma, ya que comienza antes de que el personaje aparezca, y acaba cuando ella se aferra a la verja y se produce la transición a sus recuerdos.

Esto es reforzado por la aparición, en el recorrido de la mujer caminado hasta la casa, de elementos significativos (cometa raída atrapada en la rama del árbol).

Este recorrido se hace mediante un travelling, es decir, que la cámara (ubicada sobre un soporte móvil), acompaña al personaje en su trayecto, y se desplaza con él en la misma dirección

El plano detalle de los ojos de la mujer encuadra un rostro en actitud de búsqueda, desorientación, lo cual ya nos habla de un plano subjetivo. La cámara se aleja hasta conseguir un plano medio en el que se observa el gesto de suspirar y mirar la nota que lleva en la mano. La mujer mira a su alrededor desorientada, y la cámara la sigue a ella, no a lo que ella mira. Solamente cuando ya se encuentra llegando a la puerta, la cámara permanece quieta y es ella la que se aleja del plano, mostrando así la calle y la puerta de la casa. Un plano en picado, o ángulo alto, nos permite por encima de la calle, y la sitúa frente a la puerta.

La cámara cambia el punto de vista, y ahora se acerca a ella con un zoom, hasta encuadrar sus ojos, para, mediante un raccord de movimiento, centrar la atención en el móvil, el colgante que se mueve con el viento en la puerta de la casa. La transición a la segunda parte se hace mediante un fundido en negro.

La segunda parte, el cuerpo del relato (en la que se narran los acontecimientos de la historia), da comienzo con la imagen de los soldaditos de plomo, abatidos por los niños en el juego, mientras escuchamos de fondo las noticias de la televisión (sonido diegético), que nos sirven para contextualizar la narración, por el acento de los hablantes, el tema del que hablan, etc. Desde el primer momento, se refleja en el rostro de la madre, mediante primeros planos mientras mira por la ventana a través de las rendijas de la persiana, el miedo y la angustia ante lo que no se cuenta, pero que el espectador comienza a intuir, por las noticias que escuchamos al tiempo que ella (…policía,…cargos,…se van esta madrugada, etc.). Ruido del exterior de la casa, de la verja del patio abrirse, (sonido diegético), que anuncia la llegada del padre.


Ni tan siquiera entonces cesan de escucharse las noticias, es más, la cámara recoge ya de manera directa en un primer plano, el televisor que emite las imágenes y el sonido que ha estado presente desde que empiezan los recuerdos. Con ello, el espectador ya tiene la información del contexto histórico y político en el que se desarrolla la trama, en la dictadura argentina.

El aparato, así como el decorado de la habitación en la que se desarrolla la escena, y la ropa de los personajes, contextualizan la historia en los años setenta.

Mientras los niños, en una escena doméstica se preparan para ir al baño, se siguen escuchando de fondo, aunque con menor volumen, las noticias. Imagen de los niños dentro de la bañera, ajenos a los problemas y el miedo de los adultos. Hay un montaje de continuidad, consiguiendo así una transición suave entre planos, y favoreciendo la fluidez narrativa.

La cámara recoge desde arriba la imagen en la secuencia de la cama en la que duermen los cuatro juntos, y el sobresalto de los padres ante los ruidos del exterior.

En la siguiente secuencia de planos ya hace su aparición el balancín, en el patio de la casa. Las sábanas blancas tendidas en las cuerdas, y que ondean suavemente con el viento enmarcan la imagen de los niños al fondo. Cuando se escucha una voz que grita el nombre de la madre, la cámara se desplaza con la vista de la madre hasta descubrir a la vecina que le entrega los alimentos, otro indicio de que la familia no sale al exterior, de su reclusión.


De nuevo, un primer plano de la madre refleja la preocupación y la angustia ante los acontecimientos que se desarrollan fuera de la casa, lo que “no se ve” (fuera de campo). Se hace por primera vez alusión a “lo que tiene que hacer Iván, pero que le da miedo hacer”. El espectador aun no sabe de qué se trata, y eso hace que se mantenga la tensión narrativa, y mantiene viva la atención en los próximos acontecimientos.

Los niños juegan en el balancín, y se escuchan sus risas, están divirtiéndose, se produce un raccord de miradas. Hay un primer plano del niño, y después de la niña, que se miran mutuamente. Finalmente, ante el mandato del padre, se desvela el juego al que se hacía alusión desde el comienzo. De nuevo un primer plano de la madre nos transmite la preocupación por el niño. Se agacha junto a él para animarlo.

En los planos en los que aparecen los padres hablando, no se produce plano-contraplano durante la conversación, sino que la cámara recoge la escena desde fuera, es un plano medio de los dos juntos.

La siguiente secuencia se inicia con un primer plano de la niña haciendo una torre de naipes, y la cámara se va alejando para albergar la escena de lo que ocurre en la mesa con el resto de los personajes (los niños jugando con las cartas, y la madre pelando calabacines), en una actitud distendida, mientras la música en la radio (música diegética) es interrumpida bruscamente por una nueva noticia, que pone a la madre en alerta. La caída del plato al suelo es otro elemento cargado de significado, y es recogido por la cámara en un primer plano por un breve instante.

La madre abandona la casa y llama la atención el primer plano del colgador en la puerta, que la niña lo mira antes de que la madre cierre la puerta.
El plano detalle en el que solo se ven los pies de los hombres que descienden del coche, aporta dramatismo a la narración. No nos hace falta ver más allá de los pies para saber que el conflicto se acerca.

El ruido del agua en el lavabo (sonido diegético) mientras los niños se lavan las manos, se mezcla con el de los hombres forzando la puerta para entrar.


De nuevo el mismo gesto de la madre en el exterior de la casa, a pesar de ser esta vez con un plano medio, aporta dramatismo a la escena. La música extradiegética que la acompaña mientras avanza hacia la casa aumenta la sensación de dramatismo. Se produce un salto de nivel cuando la madre ya está tirada en el suelo, sujeta por uno de los hombres.

Los gritos de la hermana y la vecina animando al niño a que trepe por el balancín, y el primer plano de Iván sin decidir aun qué hacer, mientras se escuchan los golpes de los hombres que han conseguido forzar la puerta, mantiene la tensión ante la incertidumbre de su decisión. La transición a la última parte, en la que vuelve a aparecer la niña convertida ya en adulta, se hace con un fundido en negro, y recoge el encuentro de los dos hermanos, y en ella el espectador descubre que el niño finalmente también subió por el balancín, cerrando así la incógnita con la que finalizaba la segunda parte.


Los dos miran hacia el colgador, aunque en esta ocasión, la cámara no nos devuelve la imagen del objeto.


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